Y COMIERON PERDICES…
-Siéntese, póngase cómodo-
invitación arbitrariamente innegable, razón única y absoluta, vehemente; en
otras palabras no hay otro camino.
Atado de pies y manos, y con una
dificultad inevitable logra posarse en un banco de madera, mojado, embarrado,
ensangrentado y parcialmente torturado; la vida nunca le dio preaviso de que su
destino estaba a punto de terminar, era lógico que era el final, nadie ni nada
lo evitaría. Esta es la historia de un asesino que muere en su ley…
La vida le pasó en cuestión de
segundos por su mente, momentos gratos, tristes, de arrepentimiento y sobretodo
de súplicas al cielo, sus pecados eran perdonados por su conciencia porque su
cuerpo estaba moribundo. No le daba más…
-No llore, así como tuvo el valor
para cometer errores, asuma ¡carajo!- palabras que lo acercaban a su sentencia
de muerte, el sonido de un motor a las afueras de la cabaña y la sucesión de
gritos agudos y graves, aceleraban el mar de llanto, aserraban su ilusión de
salvarse, pero no; nadie lo esperaba, nadie lo extrañaba, nadie sabía de su
paradero, en suma, estaba llevado a su nefasta consumación. Sus restos
quedarían a la intemperie de una justicia nada divina, más tajante
literalmente.
Sus errores eran imperdonables,
sus pecados ejecutados por eso de su destino. Al terminar el ruido de la sierra
afuera de aquella cabaña oculta dentro la espesa selva, nadie lo iba a escuchar,
sus ojos se inundaron aún más, su saliva salía sin cesar de su boca, mezclada
con sangre que vio derramar en sus víctimas.
Ahí en ese lugar oculto en la
selva húmeda e interminable iba a ser su camposanto, aunque de santo no había
nada. Nunca llegó a pensar que su atroz actividad como verdugo se le iba a revertir,
nunca se mintió así mismo, siempre fue consciente de sus actos, los hizo a su
voluntad, pero desafortunadamente caerían en su contra. Por eso, su último
deseo fue que lo fulminaran a balazos para no sufrir lo que hizo pasar a sus
mártires.
Por: Renecuco 17/07/14
SIMÓN NADA BOBITO
Físicamente no era un niño, sus pensamientos sí; sus
responsabilidades eran de adulto, sus pensamientos no; sus gritos eran maduros,
sus alegrías no.
Simón cumplía una labor muy
importante en su hogar pese a su limitación cognitiva y con un autismo leve, su
condición era consecuencia de una mutación genética entre parientes cercanos
(según la gente de la vereda); él nunca fue a la escuela pues su temperamento
explosivo, su estado bipolar no le permitía comprender los contenidos de una
clase normal de matemáticas – si no sabe sumar no es nadie- decía su abuelo.
Sin embargo, Simón, era muy querido todos recibían un saludo de él, el pobre inocente
servía de mandadero para toda la vereda puesto que le gustaba caminar y correr.
Su casa, una choza mezcla de
barro y muñiga bombardeada de lluvia permanente, sol liviano casual, lleva en
su albardilla la secuela de los años; en el jardín un seto de robles y
eucaliptos con abundante salvajina colgada en sus ramas anunciaban su
longevidad. La vereda “Montebonito” carecía de su belleza pues la soledad y las
distancias entre las haciendas abandonadas tras la época de la violencia entre
liberales y conservadores las hacían más calladas, y tras esa condición los
grupos armados ilegales transitaban inquietamente cosa que Simón ignoraba no
porque quería sino porque desconocía.
Un día, Simón fue enviado por su
abuelo a reclamar una canasta de mandarinas a la finca vecina de Misia Aminta
que estaba a unos 5 kilómetros de su casa, para llegar allá debía Simón cruzar
unas laderas extremadamente estrechas y al borde de los abismos de más de 50
metros de profundidad, al fondo de la cañada se escuchaba una quebrada colmada
de piedras que sentenciarían a cualquiera. Simón siempre caminaba y a veces
corría con su cabeza agachada, cantando en voz alta las canciones de Olimpo
Cárdenas que de la boca de su abuelo había escuchado desde niño, saltando los
matorrales en el camino Simón llamaba la atención de los pájaros y alertaba su
presencia ante de los osos de anteojos de la región.
Someramente, un integrante del
llamado ejército del pueblo avizora la presencia de Simón al otro lado del
cañón, a él le pareció fácil tomar su rifle, apuntar con su mira artesanalmente
hecha de un fragmento de Bambú y disparar. Era una tarde lluviosa que no
impidió la consolidación del mandado por parte de Simón, la visibilidad era
dificultosa, el ruido de la quebrada ya en crecida prominente y la copiosidad
de la lluvia que se hacía más fuerte, limitaban el oído de Simón de dichos
disparos que rozaban su humanidad, gracias a la mira de Bambú su vida
permanecía junto a su curvo cuerpo, los gritos de los alzados en armas eran
ignorados sin intención alguna y los tiros se acercaban aún más; Simón seguía
su marcha, mojado, embarrado y un poco agitado, hasta que el calor de una bala
impactó su pierna, cayó bruscamente pero se levantó de inmediato al tratar de
continuar su camino su pierna se doblegó nuevamente y su rostro besó el barro. Los
cazadores en fervor festejaron la caída y al ver que trataba de restablecer su
paso continuaron con el tiroteo, Simón no podía explicarse lo sucedido y al ver
de su pierna brotar sangre que se fusionaba con el barro y el agualluvia, el
dolor le acompañó y le anunció de su otra incapacidad, su mente no se daba por
vencida así que trató de levantarse, pero otra bala se arrojó en su pecho, al
mermar su ritmo cardiaco y su respiración nunca supo de lo sucedido y al verse
cobijado por la lluvia y el ocaso, su cuerpo quedó inerte y su alma inocente
dando tumbos por el aire subió al reino de los cielos.
Por: Renécuco 29/07/14
AMOR SIN AMOR
Él, un niño hecho adulto sin
estudio y sin recuerdos de su primera infancia, solamente recordaba ver a su
padre ordeñar la única vaca que tenían, un padre ejemplar sin compromisos en
quien el niño escuchaba y escuchaba por
largas horas, nunca lo envió a la escuela: primero porque quedaba a 25
kilómetros de su casa y segundo estaba minada, desolada y en ruinas. Cierto día
cuando su padre fue visitado por un grupo de personas provenientes de las
montañas de Colombia y solicitaron el apoyo del impotente hombre no hubo más
remedio que entregarlo, el pobre niño lloró bastante sin entender el por qué se
fue para quizás nunca volver.
Después de 5 años en la montaña
el niño –ahora de 12 años de edad- volvió a su pueblo sin rastro de sus padres
y desde lo alto de una loma detalló cada una de las calles y senderos en busca
de los suyos. Ahora como miembro activo y militante de la guerrilla, asombrado
y melancólico, soñaba despierto como sería su vida al lado de los suyos, nunca
imaginó que su infancia se había perdido por culpa de un conflicto donde sufrían
los inocentes, y ponían los muertos la gente humilde e indefensa, lloraba
conforme su realidad.
A lo lejos, en la plaza principal,
De la iglesia salían mujeres beatas con sus hijas de la mano, entre ellas una
dulce criatura iluminó sus ojos, sintió un escalofrío, ella sin querer lo vio a
lo lejos de inmediato le sonrió y él le correspondió; posteriormente, un leve
manoteo en forma de saludo le llamó la atención al niño, el escalofrío se
convirtió en solo frío al recordar que el destino de ese amor a primera vista
iba a ser efímero, el frío pasó a desespero no sabía qué hacer, la pequeña al
frente del templo de repente se soltó de la mano de su madre, porque se había iniciado
un cruce de disparos entre la fuerza pública y la guerrilla que intentaba tomar
el poder del pueblo; ella corrió, su mamá le gritó, evitando la lluvia de balas
y después de un ruido fulminante cayó al
suelo abruptamente, la mamá en llanto la
intentó revivir pero ya era muy tarde, todo fue certero. El niño en su temor
corrió colina abajo accionando su arma, en medio de ráfagas a fuego abierto
ensordeció todo el poblado, en medio del atrio del templo quedó la niña quieta,
tierna, en silencio e inocente, rodeada de un marjal de sangre proveniente de
su pequeño cuerpo. Él impotente al toparse con esa escena retorno a la montaña
en zigzag, disparando y con la mínima rareza en su mente trabajada de haber
sentido su primera experiencia amorosa.
Por: Renecuco 23/10/14